https://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20250124/10314188/ciutat-meridiana-busca-espacios-acoger-inmigrantes-duermen-raso.html#:~:text=Ciutat%20Meridiana%2C%20en,castellano%20y%20catal%C3%A1n.
Rosa Maria Bosch
Ciutat Meridiana, en Nou Barris, busca espacios para acoger a una quincena de jóvenes migrantes que pernoctan al raso, en una iniciativa impulsada por la Plataforma d’Educació Social Cruïlla de la parroquia de Sant Bernat de Claravall de este barrio barcelonés. Actualmente, esta iglesia y la de Sant Marc, en Vallbona, ya alojan a una decena de personas que antes dormían en la calle.
La mayoría acuden los martes y jueves a las clases de castellano que imparten en las aulas de Sant Bernat dos maestras jubiladas, Encarna Luna y Josefina Ramos, ambas de las Misioneras de la Inmaculada Concepción. Mariano Hernando, educador social de Cruïlla, remarca que el proyecto va más allá de ofrecerles un techo: cuando dominan la lengua les acompañan para que culminen su formación con el aprendizaje de un oficio. Anouar, amazig de 26 años y uno de los primeros que accedió al local habilitado en esta parroquia, está en primer curso de un grado medio de refrigeración y climatización y su hermano, Mouad, ha empezado a estudiar electromecánica, además de seguir estudiando castellano y catalán.
“Intentamos que tengan todo el día ocupado; también aprenden castellano en la escuela de adultos, hacen deporte y les sacamos el carnet de la biblioteca. Algunos trabajan recogiendo chatarra”, apunta Hernando.
Todo empezó a finales del 2022, cuando se percataron de que había muchos jóvenes sin papeles que subsistían a la intemperie, debajo de puentes o en tiendas de campaña en la montaña, en Collserola, explica Domènec Valls, rector de Sant Bernat. “Antes de la pandemia de la covid no había gente durmiendo en la calle en la zona norte de Barcelona, en los barrios de Ciutat Meridiana, Vallbona y Torre Baró. Hará unos dos o tres años detectamos a entre 25 y 30 personas. El primero que acogimos es a Mustafá, que pasaba la noche en la caja de un ascensor. Ahora trabaja en el aeropuerto y vive en un piso alquilado en la Trinitat Vella que comparte con Anouar y Mouad”, comenta Valls.
El espacio habilitado en Sant Bernat abre de las 20 horas a las ocho de la mañana. “Cuando los chicos vienen por la tarde charlamos con ellos, nos cuentan como les ha ido el día; el objetivo es crear un vínculo y que estén bien encarrilados”, añade Valls.
La mayoría de personas atendidas son migrantes procedentes de Marruecos que han pasado varios meses a la intemperie. Su periplo migratorio empieza con un vuelo de su país a Turquía, donde inician un recorrido por Europa, en bus, tren y en algunas zonas a pie para superar pasos fronterizos. Otros desembarcan en Canarias días después de emprender una travesía marítima.
Antes de organizarse para la acogida, Sant Bernat ya ofrecía clases de lenguas a las que asistían jóvenes que llegaban de diferentes zonas de Barcelona. “Hemos detectado que muchos vienen a la periferia pues consideran que es más segura que el centro de la ciudad”, dice Hernando.
El educador social destaca que están inmersos en un proceso de búsqueda de nuevos espacios para dar respuesta a una quincena de personas en lista de espera. “Hemos llamado a diferentes puertas, a la del Departament d’Ensenyament para que nos deje temporalmente una sala de la escuela de Sant Joan de la Creu, que ahora está cerrada; a las parroquias de la Trinitat Nova y de Verdun, y a la asociación de vecinos de Vallbona para utilizar el local de su antigua sede”, detalla. Además de las parroquias, Hernando destaca que en esta iniciativa para integrar a jóvenes migrantes sin techo han conseguido la complicidad de la asociación de vecinos de Ciutat Meridiana y de una médica del CAP del barrio, además de las dos monjas jubiladas que hace décadas que están implicadas en proyectos sociales de Ciutat Meridiana.
También están buscando pisos de alquiler a un precio asequible a los que puedan trasladarse los jóvenes después de la fase de acogida en las parroquias. Ya disponen de uno cedido por los salesianos en el que residen seis personas.